sábado, 23 de julio de 2016

La Madre

Dentro de unos años, los niños crecerán, querrán su espacio, y estaremos solos tú y yo otra vez.

Pues sí, estas sabias palabras del Padre de las Criaturas son absolutamente ciertas, pero a menudo las olvidamos. Tendemos a vivir solo el presente, y no pensamos en el futuro tan a largo plazo (aunque mucho me temo que dos o tres lustros se pasan enseguida cuando unos cruza la barrera de los treinta) Cuando tienes niños pequeños el tiempo cobra una dimensión desconocida. Se estira y se encoge según los patrones de sueño de la criatura, se hace interminable cuando tiene fiebre, se pasa volando cuando miras atrás y descubres que tu bebé ha cambiado tanto en los últimos meses que te cuesta acordarte de cómo era recién nacido.

Los niños pequeños te absorben. Es difícil imaginarlo cuando no los tienes. Estás  segura de que tú te organizarás, tendrás tiempo, podrás hacer muchas otras cosas. Pero de pronto te ves convertida en Madre. Una Madre que apenas tiene tiempo (ni ganas) de ser otra cosa. Una Madre que las primeras semanas no puede ni ducharse. Y que, según pasan los meses, debe tratar de hacer las cosas con un niño en brazos, o colgado de la pierna, o aporreando la puerta detrás de la que te escondes.

A veces intentas leer, ver algo en la tele, planchar la ropa. Arduas tareas. Otras veces estás tan cansada que piensas que Juego de tronos ya te lo destriparán tus alumnos mañana, ese libro no se va a mover de la estantería y la ropa arrugada... ¿No dijo alguien que la arruga es bella?

Pero hay otras cosas en la vida, amigos, pareja... Y estamos tan cansadas que se nos olvida. Está claro que esta absorción infantil se acaba. Puede que demasiado pronto. Yo ya noto que mi mayor juega solo, no me requiere tanto y a veces tengo que llamarlo yo desde otra habitación para oír su voz y que me diga que está jugando y que soy una pesada. Tengo a su hermano, que me llama con lágrimas en los ojos en cuanto salgo de su campo visual y que no me deja ni sentarme en el váter si para ello tengo que dejarlo en el suelo.

Mis pequeñines crecen. Aunque a veces parezca que despacio, la verdad es que el tiempo pasa rápido.  Y, aunque siempre seré su Madre, quizá en uno o dos lustros sea madre solo. Cómo les echaré de menos...

domingo, 3 de julio de 2016

Los valores


Por lo demás no hay elección/ y este mundo tal como es/ será todo tu patrimonio decía el mayor de los Goytisolo. Cuánta razón. ¿Qué podemos dejar a nuestros hijos? ¿Qué es lo más importante que les vamos a transmitir? Los valores, sin duda.

Ojalá sean buenas personas. Tengan empatía y solidaridad, se sepan poner en el lugar de los demás. Que no les acompañe la hipocresía, que tengan principios y sean fieles a ellos mismos. Que no se vendan, que tengan ideales. Que no se rindan sin haber luchado, que intenten vencer sus miedos, y que los tengan, no pasa nada por tener miedo algunas veces.

Que piensen, que tengan criterio, que estén seguros de que la educación no es un medio, sino un fin. Que quieran cambiar el mundo y tengan sentido de la justicia. Que crean en la igualdad, que no vayan a por el más débil, que le ayuden. Que no señalen al diferente y que sepan que en esta vida hay muchas cosas que merecen la pena.

Que  vayan con la verdad por delante, que no se escondan, que den la cara. Que sepan que pedir perdón es importante, pero que vale más pensar las cosas antes de hacerlas.

Me gustaría poder transmitir a mis pequeños todas estas cosas. Pero, tras ver el resultado electoral del domingo pasado, me va a costar ponerles ejemplos prácticos.