viernes, 29 de mayo de 2015

Las amigas

Mis amigas no tienen niños. Me refiero a mis amigas-amigas, aquellas con las que salía cuando salir de casa no implicaba llevar una botella de agua, un paquete de toallitas, unos calzoncillos de recambio y un par de coches de juguete. Eso no quiere decir que ahora sean menos amigas, pero es verdad que nuestros horarios y nuestros hobbies son menos compatibles que hace una década.

Tener niños también implica hacer nuevas amistades. Otro día hablaré del parque, donde paso más tiempo ahora que en mi adolescencia y donde casi tengo otra pandilla. Ya no son mis compañeros de clase, pero tienen hijos de la edad de los míos y eso acaba uniendo casi tanto como compartir los deberes de mates o los apuntes de historia (y lo digo yo, que he compartido muchos de ambos)

Mis amigas de la universidad siguen quedando para tomar cañas, o quizás gin tonics, muchas veces entre semana, cuando salen de sus trabajos al anochecer y se dan una vuelta por el centro. Todos estos conceptos, así, juntos, a mí me suenan a física cuántica: gin tonic, centro, anochecer, entre semana. Ahora estoy más en un momento tobogán, petit suisse, Dora la Exploradora. Y claro, a veces no puedo evitar mirar con un deje de nostalgia el grupo de whatsapp que comparto con ellas, cuando se me escapan algunos de sus comentarios sobre quedadas a las que no he ido o conversaciones en las que no he participado.

Cuando tienes niños muchas cosas cambian. Esto es un tópico tan manido que cuando te quedas embarazada enseguida piensas: a mí no me va a pasar. Pero te pasa. Cambian tus prioridades, cambia tu tiempo, cambia tu relación con tu madre. No sabes dónde se sale a cenar porque tú sólo vas a comer a sitios con tronas. No sabes qué música está de moda porque pasas meses escuchando los Cantajuegos (menos mal que ya he pasado esa etapa. Tenía pesadillas con el cocodrilo que se metió en su cueva y con tazas, teteras y resto de vajillas)

Así que sí, confieso, a veces echo de menos mi vida de hace unos años. Me pasa en momentos puntuales, cuando a la hora de ir a la cama mis dos retoños se ponen a llorar a la vez o estoy cambiando el pañal a uno mientras el otro me reclama porque necesita ir al váter. Echo de menos quedar en Tribunal con mis amigas, que lleguen un poco tarde y esperar en la boca del metro viendo salir a la gente.

Menos mal que puedo comentar con ellas los resultados de la noche electoral, leerlas aquí o aquí, seguirlas por estos lares o estos otros, intentar verlas de vez en cuando y mandarles fotos de mis churumbeles, a ver si se animan...

martes, 26 de mayo de 2015

La inspiración

En el verano de 2011 tuvimos tres bodas. La segunda fue la de una de mis primas, y alojamos a gran parte de la familia entre mis padres, mi hermana y yo. A mi casa vino mi prima mayor, que nació en Inglaterra, con sus dos hijos, que entonces tenían siete y cinco años.

El futuro Padre de las Criaturas y yo habíamos hablado muchas veces de tener niños. Aunque llevábamos unos cuantos años de relación, habíamos pasado la mayor parte de esos años viviendo muy lejos el uno del otro, y sopesábamos pros y contras de disfrutar un poco de nuestra vida juntos o de procrear pronto.

Los cinco días que pasaron mis sobrinos pequeños bastaron para inclinar la balanza. Nunca vi niños tan estupendos, bien educados, tranquilos, cariñosos y unos cuantos adjetivos empalagosos más que se me están ocurriendo. Mi prima los trataba como a mí me gustaría tratar alguna vez a mis hijos, con cariño, paciencia y empatía, y escuchándoles siempre. Los niños comían de todo, se levantaban sin hacer ruido y no se quejaban por nada. Disfrutaron muchísimo de la piscina y del calor moderado que hizo ese mes de julio. Y les cogimos muchísimo cariño.

Diez meses más tarde nació Chicote. He de reconocer que, hasta el momento, hace bastante más ruido que sus primos ingleses y yo tengo menos paciencia que mi prima. No pierdo la esperanza de que se nos pegue a todos algún gen. Y me alegro mucho de haber tomado la decisión correcta.

martes, 19 de mayo de 2015

La campaña

Hace un rato escuchaba el final de un debate político en la radio. Justo era la parte concerniente a educación, que es la que más me mueve e interesa. Debatían dos candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes y Ángel Gabilondo. Moderaba Pepa Bueno. Aquí está entero.

Cuando he encendido la radio Cifuentes loaba las bondades de la educación pública madrileña, centrándose en el bilingüismo. El domingo leía un artículo del siempre crítico Javier Marías que iba en dirección opuesta, pero la candidata popular aseguraba que un altísimo porcentaje de escolares madrileños estudian en centros públicos bilingües y remarcaba que el 93% de los padres lleva a sus hijos a los centros escogidos en primera opción gracias al sistema del distrito único. Hablaba de la posibilidad de llevar el modelo bilingüe a la formación profesional para que los alumnos puedan estudiar "en bilingüe", que debe ser un idioma nuevo...

Gabilondo respondía que el sistema imperante en Madrid no es un sistema bilingüe, ya que una cosa es aprender inglés y otra ser bilingüe. Y que deberíamos prestar más atención a nuestro propio idioma, porque al final tendremos media generación de chavales que chapurrean dos idiomas y no hablan ninguno ni dominan un montón de conceptos.

A lo que iba yo, que me lío. Bueno les ha preguntado, muy clara: ¿Educación universal y gratuita de cero a tres años, sí o no? Ellos, obviamente, no han sido tan claros ni tan concisos. Pero ese tema me interesa tanto o más que el bilingüismo. Cifuentes, primera en contestar, ha asegurado que la Comunidad de Madrid ya hace un gran esfuerzo y ayuda a las familias a pagar ese tramo educativo que no es obligatorio.

Efectivamente, en Madrid las madres trabajadoras a jornada completa tenemos una beca de 100 a 160 euros mensuales para llevar a nuestros peques a escuelas infantiles PRIVADAS. ¿Qué quiere decir eso? Que a mí me sale más barato llevar a mis niños a guardes privadas que a la pública. Y que las
escuelas infantiles públicas, con sus excelentes instalaciones, se van vaciando poco a poco. Qué casualidad. Me parece estupendo que se paguen en función de la renta, los impuestos deben ser progresivos, pero que se den becas a empresas privadas en lugar de fomentar lo público creo que tiene un nombre. Sí, liberalismo también se puede llamar...

Gabilondo aseguraba que la educación de cero a tres años debe ser gratuita y universal y eso se va a implantar poco a poco. Mi Peque ha empezado a quejarse (no sé si se aburría o no le gustaba nada lo que escuchaba) , pero he creído escuchar como el ex Ministro subrayaba la importancia de la escolarización en esa etapa para el posterior desarrollo.

Yo no entiendo nada, de verdad. Cada vez menos. Está claro que con los horarios de trabajo que tenemos en este país necesitamos dejar a nuestros hijos, a nuestros bebés, al cuidado de alguien muchas, muchísimas horas al día. Pero, ¿es la solución meter a bebés de cinco meses en escuelas
infantiles diez horas diarias? Y quien dice bebés, dice también niños de cinco, de seis o de nueve años que pasan otras diez horas fuera de casa porque los horarios de sus padres no son compatibles con la vida familiar. O con la vida a secas.

La conciliación, de la que estamos tan necesitados, no pasa sólo por abrir guarderías. Porque al final se convierten en eso, en guarderías. Creo que conciliar es tener un horario decente, que te permita pasar tiempo con tus hijos, con tu pareja o en el sillón de tu casa leyendo un libro. Mi bebé va a cumplir seis meses y no sería capaz de separarme de él ahora. Es muy pequeño, mama a demanda y creo que necesita del contacto de su madre unos meses más.

Las escuelas infantiles son una necesidad, pero otra realidad de la que no se habla es de la racionalización de horarios, de la posibilidad de reducir la jornada laboral cuando tienes menores a tu cargo sin temor a represalias o de poder teletrabajar. ¿Tan utópico resulta?

Yo estoy muy cansada de que cuando digo que soy profesora la gente me hable de la suerte que tengo (normalmente utilizan otros términos algo más despectivos) porque tengo tres meses de vacaciones
y  trabajo muy poco (sic). Ahí la importancia que le damos a la Educación en nuestro país. 

Supongo que en este país las mujeres hemos estado muchos años atadas al ámbito doméstico, y ahora resulta casi reaccionario hablar de compatibilizar trabajo y cuidado de los hijos, porque la solución es que la madre compatibiliza y el padre sigue como siempre, y al final las mujeres tenemos que elegir. Así que, desde aquí digo, mi voto para quien sea valiente, hable de conciliación de verdad, me deje elegir a mí y a mi familia, y al resto de familias cómo queremos criar a nuestros hijos y no nos obligue a tener que quedarnos en casa o a tener que separarnos de nuestros hijos con cuatro meses.

Dicho queda.

jueves, 14 de mayo de 2015

El invierno

De repente ha llegado el verano sahariano al centro de la península. Hace un calor pegajoso, el cielo está gris y los termómetros pasan de los treinta grados. Yo casi no recuerdo primaveras en los últimos años, pasamos del abrigo a la manga corta y mi fondo de armario de entretiempo empieza a apolillarse

Pero esta vez ha sido mucho más raro porque tampoco me he enterado del invierno. Quién me ha robado el mes de abril. Y de marzo, y de febrero. Cuando nació Chicote los primeros meses coincidieron con el verano, que es siempre una estación aparte. El verano queda en el recuerdo porque rompemos la rutina, salimos de casa y hacemos cosas distintas. Me acuerdo muy bien del verano de 2012, con mucho calor desde mediados de mayo, bajando a la piscina a partir de las siete de la tarde y con un bebé desnudito y regordete al que paseábamos por un barrio recién estrenado.

Pero los primeros meses de Peque han coincidido con el invierno.Con tardes en casita, niños con abrigo y muchos días de lluvia. Y ya se han pasado. Vuelve el calor, el verano, las tardes de parque y, dentro de poco, los días de piscina.

Todo el mundo me decía que mayo era una época preciosa para que naciera mi bebé. Días largos, buen tiempo y ropa que se seca enseguida (esto último importantísimo). Pero en julio yo ya estaba deseando que empezase el otoño, ver la lluvia detrás de las ventanas, dormir tapada y poder poner algo de ropa al niño sin que se asfixiase. Así que con el segundo decidí que no nacería en primavera. Y que para el verano tenía que estar más crecidito, para poder bajar a la piscina y llevarlo a la playa sin remordimientos a media mañana. O a mediodía, que con dos niños una no sabe cuando va a poder salir de casa.

Y el invierno se ha pasado en un suspiro. Igual que los primeros meses de mi bebé. Prepárate Verano. Allá vamos.

martes, 12 de mayo de 2015

El bebé

Acaba de nacer el bebé de unos amigos. He visto la foto hace un ratito. Un recién nacido con gorrito, con las manitas arrugadas y los ojos abiertos. Con esa carita hinchada que tienen los recién nacidos. Con la boquita entreabierta.

Me acuerdo de cuando nacieron mis bebés. De como se detiene el tiempo cuando los ves por primera vez, los hueles y te los ponen encima. La última vez que me ocurrió fue hace cinco meses y medio. Toda una vida. La de mi Peque, que dentro de poco se sentará en su trona a comer con cuchara, empezará a gatear y a quitarle los juguetes a su hermano. Pero.. ¡si no me he enterado! Si hace un segundo estaba en el hospital, esperando a tenerlo en brazos.

Hace unos días una amiga me comentaba lo raro que es pensar en que nunca más vivirás esos momentos tan especiales del embarazo, de notar las pataditas, de dar a luz... Hay muchas cosas en la vida que pasan tan deprisa que cuando nos queremos dar cuenta ya pertenecen al pasado. Los bebés son una de ellas. Hay que aprovechar esos primeros años, todas las primeras veces. Porque para los nietos queda mucho todavía.

jueves, 7 de mayo de 2015

El carácter

Mi hijo mayor tiene mucho carácter. Según la RAE carácter es conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar, de las demás. Vamos, que carácter, obviamente, tenemos todos.

Así que cuando digo que mi hijo mayor tiene carácter, estoy empleando un eufemismo que quiere decir que la criatura tiene mal genio. Mala uva. Mala leche, vamos. Otra acepción que he encontrado es esta: Fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, firmeza, energía. Pues eso, que Chicote tiene mala leche, para que nos entendamos. 

Yo de pequeña era una niña bastante tranquila y obediente, de esas que se entretienen solas durante horas y no dan guerra. Pero sí es verdad que cuando me enfadaba, sacaba ese "carácter" que parece ha heredado mi primogénito con creces. 

Mi niño mayor no se relaciona pegando (suspiro de alivio) y si es un niño más pequeño el que le pega, no le responde (otro suspiro). Veremos cuando su hermanito empiece a quitarle los juguetes. Tiemblo de pensarlo...

Como el resto de niños de su edad, tiene un concepto de la propiedad privada bastante arraigado. Y eso que vivimos en un barrio bastante rojillo... Compartir no es una de sus palabras preferidas y es ver que otro niño le coge algún juguete y correr hacia ambos. Espero que se le vaya pasando con el tiempo y con la colectivización forzosa de sus bienes que llegará según crezca el Peque. 

Lo que me preocupa más son sus enfados. Ya no tiene esas rabietas incoherentes, ahora están más focalizadas y van aumentando según crece su rabia. Suelen empezar como un juego, yo le digo que haga o deje de hacer alguna cosa, y él al principio hace que no me oye o continúa desafiante. Muchas veces se ríe, como si yo estuviera jugando y él haciéndome rabiar. Al final ambos nos vamos enfadando y cuando estalla, ya no atiende a razones. No son pocas las veces que me termina dando alguna patada, pero de ahí pasa a abrazarme y va intercalando ambas acciones. Casi da risa...

Intento mantener la calma e intentar apartarlo hasta que se calma. Pasado un ratito, cuando le abrazo, ya me cuenta el motivo de su enfado. Supongo que con el tiempo se irá controlando. Eso o acabaremos en Hermano Mayor dentro de tres lustros...

Ayer hicimos un trato.Cuando nos enfademos, en vez de gritarnos o pegar, vamos a abrazarnos y a chillar muy fuerte. Le ha encantado la idea. Veremos si funciona.

lunes, 4 de mayo de 2015

Los tres

Hoy mi niño mayor cumple tres años. Tres añazos. Qué rápido ha pasado. Cuánto ha crecido. Cómo hemos cambiado.

Hace exactamente tres años se me pasaban muchas cosas por la cabeza. Pensaba que la epidural era uno de los mejores inventos de la Humanidad. Pensaba que no iba a tener fuerzas para empujar cuando tuviera que hacerlo. Pensaba que parir dolía mucho. Pensaba que quizá mi hijo tardaría aún un par de días en salir. Pensaba en beber agua. Pensaba en que si tenía otro niño sería adoptado.

Luego te ponen al bebé encima y todo se para. Yo tuve un subidón de oxitocina que me hizo enamorarme al instante y que todo lo demás pasara a un segundo plano. Incluso le di las gracias a la borde de la ginecóloga que me atendió. Esa que me dijo que no gritara, que los fórceps no me podían estar doliendo.

Las primeras semanas todo era un caos, nunca había estado tan cansada. Poco a poco (bastante poco a poco, o esa era mi impresión) se van cogiendo ritmos, mi bebote me iba conociendo, y yo a él. De repente llegan las papillas, los juegos, el gateo, se pone de pie, balbucea, cumple el primer año y te das cuenta de lo rápido que ha pasado.

El segundo año lo acaba hablando, es ya una persona que corre, juega y tiene sus propias ideas. Y sus amigos. Y sus gustos. Ya no es tu bebé.

Y ahora van tres. Mi Chicote ha cumplido tres añazos, tres añitos. Ha elegido su tarta de las Tortugas Ninja, nos ha pedido un disfraz de Spiderman (pronunciado Espaiderman) y se ha cantado el Cumpleaños Feliz un montón de veces.

Se va haciendo grande, como le gusta decir alzando consecutivamente los deditos de su mano y explicando los años que va a ir cumpliendo. Mi pequeño está creciendo muy deprisa.