domingo, 17 de abril de 2016

La escayola

Con la ganas que tenía yo de que mis pequeño se soltase a andar. He retrasado tanto esta entrada y así seguimos.... Hace un mes lo recogí de la guarde y empezó a quejarse de la pierna. Si ha estado toda la mañana caminando, me dijo su Profe. Me pareció que le dolía la espinilla derecha, pero es complicado estar seguro con un bebe tan pequeño. Lo llevamos a urgencias. Radiografía, no se ve nada y para casa. Se habrá dado un golpe, nos dijeron.

Al día siguiente seguía sin apoyar la pierna. Nos fuimos a otro hospital. Otra radiografía. Es la cadera, señora. Nosotros estamos convencidos de que le duele la la tibia.  Pero bueno, ellos son médicos.... Tercer día sin andar y tercer viaje al hospital. Un traumatólogo que se toma su tiempo. Deja que El Niño se calme, cuando coge confianza y para de llorar lo mira con tranquilidad. Le hace otra radiografía y, aunque asegura que no se ve claramente, él cree que tiene una fisura. Se le pasará. Cuando se vea sin dolor apoyará la pierna. No debemos preocuparnos. Nos cita para después de las vacaciones.

Efectivamente, Peque pasa unos días (que a mí se me hacen eternos) sin caminar. Poco a poco va apoyando la pierna y sujetándose. En la revisión dice que todo va según lo previsto y nos cita para quince días más adelante. Cuando le llevamos, este lunes pasado, el niños lleva doce días andando
solito. Casi corriendo. Nos atiende otro médico (el cuarto?) Le pide tres radiografías más. En rayos le hacen una porque creen que lleva demasiadas, pero el trauma insiste y acaban haciéndole las tres placas. Se ve una fractura en la tibia derecha, cerca del tobillo. Aunque el jefe de rayos, que ya se ha hecho amigo nuestro, nos asegura que no hay problema porque los huesos de los niños curan rápido y que no le mandarán nada, el trauma le pone una férula hasta la ingle. Tres semanas así.

Conclusión. Los médicos son personas, y tienen criterios y opiniones diferentes. Y distintos grados de empatía, eso está claro. Yo me llevé un buen disgusto el lunes, sobre todo cuando dejé al Peque en el suelo y empezó a llorar señalándose la pierna. Nunca había visto escayolado a un niño tan pequeño. No sé si enfadarme porque mi niño ha estado casi cuatro semanas con una fractura sin que nadie le vendase o porque ahora caminaba ya y me lo han vendado. Más de tres semanas, por cierto.

Desde luego, ojalá esto sea lo peor que le pase. Pero, cuando le veo arrastrando la pierna al gatear, o poniéndose de pie, dando tres pasitos y resbalando, a mí se me escapan las lagrimillas.  Se ha acostumbrado casi mejor que yo, se ríe al golpear el suelo con la escayola y hacer ruido y se arranca los trozos de algodón que se le salen del vendaje. Pero no puede ir a la guarde y, si no fuese por mí madre, no sé qué haría tanto tiempo.

Tampoco sabré nunca cómo se ha fracturado la tibia. Otra preocupación. Otra intranquilidad. No me creo que mi hijo se cayese, llorase y nadie se diese cuenta. Yo me rompí el cuboides hace unos años. Y me dolió mucho. Como para llorar. Y se me puso el tobillo que no un elefante. A mi Peque no se le hinchó. Un misterio.

Mi chiquitín, que es un niño tranquilo, que se porta fenomenal y que no da guerra, ha pasado por un escáner de la cabecita y no sé cuántas radiografías de las extremidades inferiores. Una férula y un par de buenos sustos. Y lo que me queda... Qué ganas de que eche a correr. Ya me arrepentiré luego, porque lo único seguro es que ese deseo se me cumplirá más pronto que tarde....




No hay comentarios:

Publicar un comentario