jueves, 27 de agosto de 2015

El verano




Agosto se va consumiendo al mismo ritmo que decrece, cada día, la luz solar. Las tardes (por fin) empiezan a ser un poco más frescas y ya huele a libros nuevos, a ropa de abrigo y a leche caliente para el desayuno.

El principio de septiembre es como un domingo largo de fútbol en la radio y de pensar en el madrugón del lunes.

Ha sido un verano caluroso, con dos niños de edades diferentes que quieren cosas distintas y que aún no juegan a lo mismo. Hemos pasado tres semanas en el pueblo, tres semanas en la playa y otras tres en casita. Han sido unas vacaciones como las de mi infancia.

Peque ha cambiado tanto desde junio que parece otro. Sigue sin comer, pero es capaz de desplazarse reptando, comienza a gatear hacia atrás y se frustra cuando no consigue lo que quiere. Sabe sentarse solito y llora como un desquiciado cuando salgo de su campo de visión. No está muy grande pero es tan bonito.

Chicote ha pasado una verano difícil. Rabietas y enfados han sido a veces una constante, pero también se ha convertido en una personita con criterios propios. Supongo que el enfrentamiento entre esos criterios y los nuestros van desembocando en los terribles enfados. Aprende canciones con escucharlas una vez, se viste solito (cuando quiere, claro) ya no lleva pañal para dormir y es capaz de hacer que su hermano deje de llorar. En doce días empieza el colegio. Qué rápido está siendo todo.




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