miércoles, 13 de enero de 2016

El estrés

Me hallo a medio camino entre Qué he hecho yo para merecer esto y Si lo sé, no vengo. Y sólo llevamos tres días laborables...

Esta mañana he debido perder medio kilo con el estrés de salir de casa con los dos niños vestidos, la mochila con la merienda para el recreo, el rollo de papel higiénico para las manualidades y los tres manojos de llaves para coche, casa y trabajo.

Iba sobrada de tiempo hasta que a uno le han entrado ganas de hacer caca y al otro de engancharse a la teta. Es lo que tienen los niños...

He dejado a Peque por primera vez en acogida de la guarde, donde ha soltado su primer sollozo y, corriendo, he vuelto a poner a Chicote en la sillita del coche para movernos 50 metros y llegar a su cole. He empleado tres veces lo previsto porque he estado un buen rato intentando sentarle en la sillita de su hermano. Y el tío, en vez de avisarme, se reía por lo bajini....

Después de dejarle en su correspondiente acogida (sólo cinco minutos, pero no puedo estirar más el tiempo) he tenido que volver al coche a por su bolsita del desayuno. Cuando por fin he arrancado necesitaba otra ducha. O un spa.

A esto debemos sumarle una media de cuatro horas y media de sueño. Entre los nervios, niños despiertos en mitad de la noche y un viento nocturno huracanado que no me dejaba decansar.

Así que hoy, me dije yo, no pueden ir peor las cosas. Pues sí, que soy una lista. Mi Peque con fiebre. Treinta y nueve con uno, ahí es nada. Yo sin poder dormirme, mirándolo, hasta que a las 2 de la mañana le ha empezado a bajar y ha empezado con la fiesta.

No sé si a este paso llegó a Semana Santa.

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