lunes, 8 de junio de 2015

La lectura

Feria del Libro de Madrid. Jueves 4 de junio, ocho de la tarde. Calor sahariano y miles (¿millones??) de personas que se pasean ante las casetas. Yo tiro del carrito de mi Peque con una mano y con la otra sujeto a mi Chicote, que se debate entre la risa y el llanto ante la actuación de un hombre vestido de brujo que fuma como un carretero y jura en arameo a un grupo de niños desubicados frente a tal espectáculo. El Padre de las Criaturas y nuestro cuñado se paran a mirar en una caseta. Yo agarro mi enésimo libro firmado por Rosa Montero y entonces llega mis oídos esta conversación entre dos veinteañeros con pinta de hipsters y varias bolsas de libros:

- Anda, mira, la librería Pablo Iglesias. Ese es el de Podemos, ¿no?
- No, hombre, la librería se llama así por su abuelo. El que fundó el Partido Comunista.

A mí me sale la vena de profesora y me giro a explicarles un par de cosas. Menos mal que mi hijo mayor me tira del brazo en ese momento y cuando levanto la vista los pseudo-intelectuales han desaparecido de mi vista, al igual que mis ganas de sentar cátedra.

Llevo cuatro años llevando a mi niño a la Feria. La primera vez tenía dos semanas y tuvimos que volver corriendo porque no paraba de llorar y no había un puñetero banco libre donde sentarme a darle la teta. Ese año me llevé el último de Mendoza.

En 2013 ya le compré un cuento, y a mí me firmaron Javier Marías y Rosa Montero. El año pasado me pedía él los libros , y yo me llevé a Almudena Grandes y Maruja Torres. Este año eligió un cómic de Wonder Woman en el que habla de una mujer que lucha por la paz. Algo he debido de hacer bien...


El Padre de las Criaturas se queja del calor y de la gente, pero yo ya le he advertido. Pienso llevar a los niños todos los años. Leo a Chicote un cuento por las noches desde antes de que cumpliera el año, y le encanta. Mi madre me leía a mí y seguramente mi afición a la lectura venga de ahí, de ese momento íntimo antes de ir a la cama, con las cabezas juntas, compartiendo historias. Cuando Chicote se tumba, antes de quedarse dormido (proceso que ya he comentado que puede durar hasta hora y media) muchas veces repite partes de esos cuentos, o me pide por favor que le cuente otro.

A mí me parece muy importante leer. Leer por placer, que es lo que trato de inculcar a mis alumnos. Igual que ven un partido de fútbol o una película. Por pasar un buen rato, por imaginar, por evadirse, por disfrutar, por soñar, por vivir. Les leo decenas de textos con la esperanza de que alguno les llegue un poquito. Con mis hijos intento hacer lo mismo. Que lean cuentos y, dentro de unos años, que lean para saber, para opinar, para que no les engañen ni piensen por ellos. Para que puedan decidir libremente y tengan voz.

Pero no se crean. Tras el episodio de los veinteañeros pertrechados de bolsas se me ha caído un mito. Espero que fuesen libros para regalar.





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