sábado, 12 de septiembre de 2015

El puerperio



Como docente que soy, he asistido a varias charlas cuyo objetivo no era otro que concienciar a los adolescentes sobre el uso de métodos anticonceptivos. Quizás no sirva para la transmisión de enfermedades venéreas, pero estoy segura de que si la charla la impartiera una madre reciente, de esas que lleva menos de una semana fuera del hospital, con su tripa todavía flácida, sus ojeras y el pelo sin lavar, se ahorrarían unos cuantos embarazos adolescentes.

También habría que medir las consecuencias para la pobre madre. Se daría cuenta de que, quince años después, su bebé pasaría a ser un adolescente que tampoco la escucha, que la sigue desvelando y que parece que no la entiende. Así de duro es esto.

Y es que del posparto no se habla casi nada. No se ve. Una se encuentra metida de lleno en esa categoría de recién parida y no hay vuelta atrás. Y no se sabe cuánto va a durar. Y se duda sobre si acabará algún día. O si se sobrevivirá.

Cuando das a luz es posible que te cosan. Depende del número de puntos que te vayan a dar el dolor será más o menos intenso Yo con Peque casi no lo noté, tres puntitos de un desgarro ante los que no tuve que tomar ni un paracetamol. Pero con Chicote fue otra cosa. Es lo que tienen los fórceps. Y parece que el mejor analgésico cuando te hacen una episiotomía viene en forma de supositorio. No sé de quién habrá sido la idea de meternos algo por salva sea la parte cuando tenemos la entrepierna en carne viva. Seguro que de un hombre. Yo juré que cuando llegase a casa no me iba a poner ni uno más, pero tuve que mandar al Padre de las Criaturas (entonces sólo de una) a que comprase otra caja de Voltarone que acabé religiosamente en una semana.

Luego está la tripa. Si alguien piensa que se queda en el hospital, está muy equivocado. A no ser que seas Sofía Vergara en una capítulo de Modern Family, vuelves a casa con una  especie de globo deshinchado cosido al abdomen. Leyes de la gravedad. La cosa va bajando y en unas pocas semanas una vuelve, por norma general, a caber en sus vaqueros. Pero las primeras veces que te miras al espejo de perfil dan ganas de llorar. Así es.

El cansancio es lo peor. Tras dos, tres o cuatro noches en el hospital, una está agotada. Una y el otro, porque el padre seguramente no haya podido ni tumbarse de forma decente a dormir. En los hospitales la gente entra en la habitación a cualquier hora. Y con gente no me refiero a las visitas, sino a enfermeras, auxiliares, pediatras, ginecólogos o celadores. Da igual la hora. Con Chicote no pasaban dos horas sin que entrase alguien a ponernos el termómetro, ofrecerme una manzanilla o preguntar si la criaturita había hecho caca. Creo que en el fondo es una estrategia para acostumbrarnos a las noches que nos esperan, en las que no volveremos a dormir tres horas seguidas.

 El bebé no viene con libro de instrucciones. Y llora. Unos más que otros, pero, por norma general, el primogénito se hace notar. Y una no sabe muy bien qué le pasa. Le das teta, le cambias el pañal, intentas dormirlo... Una y otra vez. Los niños tardan un par de meses en diferenciar ciclos de sueño ( bueno, el mío tardó casi un par de años, pero eso es otra historia) y la madre reciente ya se ha acostumbrado, en estas décadas de vida que acumula, a dormir por la noche y vivir por el día. Ambas cosas se acabaron por una temporada. No va a durar siempre, pero hay un momento en el que crees que sí. Y no estás segura de si lo resistirás.

Tenemos otro montón de efectos secunadarios del puerperio. Hemorroides, estreñimiento, caída del cabello, entuertos, anemia.

Y... ¿por qué nadie nos advierte? ¿Por qué nuestras madres no nos cuentan esto? Porque se nos olvida, el recuerdo lo dulcifica y, al contarlo, no podemos evitar sonreír, que es lo que llevo haciendo yo un rato. Los primeros días con un bebé son caóticos, pero es una experiencia única y especial. Cuando se duerme en nuestros brazos, cuando logras calmarlo de sus llantos o cuando mueve su minúscula boquita te sientes casi poderosa. Y, con la perspectiva que da el paso del tiempo, no puedes evitar pensar que estabas hecha una novata que no tenía ni idea.

Puede que sea verdad. Pero, por muy novatos que seamos, por muy duro que parezca, pasará. Y muy rápido. Así que muchos ánimos a quien lo esté viviendo. En unos meses hasta se reirá de sí misma. Que es muy sano.

(Para mi amiga abulense, que ya lo tiene dominado)

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias. Espero reírme pronto y acompañada de una amiga y un buen cafelito, si los peques nos dejan. Mil besossss

    ResponderEliminar