lunes, 28 de septiembre de 2015

La Maternidad

Parece que la Maternidad está de moda. Cada poco tiempo leo artículos en medios generalistas que se hacen eco de los diferentes puntos de vista sobre la lactancia, la crianza con o sin apego, el colecho o las ventajas e inconvenientes de retrasar la edad para ser madre. Yo hoy he leído esto. (La maternidad es una condena, se titula. Muy fan de la ironía)

El artículo me ha emocionado y he continuado con el que inició la polémica y sus dos respuestas. Aquí y aquí. Me encanta que uno sea una voz masculina, para variar. 

Llevo unos días dándole vueltas precisamente a esta idea ¿Qué significa para mí la Maternidad? 

Ahora mismo es todo. Estoy en un momento de mi vida en que ésta es eso, mi Maternidad. Tengo dos niños pequeños, de casi diez meses y tres años, que ocupan y llenan mis días y gran parte de mis noches. Si tuviese una agenda, posiblemente sólo saldrían sus nombres, y si tengo que contar a alguien cómo me ha ido el día, mi soliloquio se llenaría de Peques y Chicotes. 

¿Por qué he tenido niños? Creo que hay un componente de egoísmo y narcisismo en el hecho de ser padre o madre. Los niños son nuestra mayor creación. Algo a lo que te vas a dedicar en cuerpo y alma unos pocos años y que siempre vas a mirar con orgullo. Una persona a la que ayudas a forjar su carácter, sus principios, sus valores. Que siempre te va a tener ahí ( entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso, que dijo el gran Goytisolo ) y que te va a enseñar muchas más cosas de las que te imaginas. Alguien para quien eres todo su mundo al principio. Que te va a mirar con absoluta adoración, que te quiere sin medida, que te necesita. 

Un hijo es una gran responsabilidad. Mucho mayor que cualquier otra cosa que vaya a hacer yo en la vida, de eso estoy segura. Y espero hacer muchas cosas, que conste. 

Desde que decidí quedarme embarazada tuve una cosa clara ( bueno, creí que tenía muchas cosas claras, pero las demás las he ido cambiando, a lo Groucho Marx) y es que me iba a convertir en Madre, así con mayúsculas. Madre que quiere estar con sus hijos, pasar tiempo con ellos, contarles cosas, reírse juntos, abrazarles cuando lloran y consolarles cuando están tristes. Eso lleva tiempo. Y te cambia la vida. Mis amigas siguen siendo mis amigas, pero ahora tengo otras amigas con hijos que me entienden de otra manera. Valoro mucho más a mi familia. No tengo tiempo para mí. Y eso incluye cosas tan básicas como ir a la peluquería, cenar sentada, leer un libro o ver en la tele lo que yo quiero (porque imagino que además de Disney Junior o Clan debe haber más canales) 

Tengo más ojeras, estoy más delgada y duermo muy poco ( nunca pensé que pudiera dormir tan poco, de hecho) pero tengo dos personas que me hacen muy feliz. De una forma tan sencilla, tan sincera, que a veces me pregunto por qué las Madres de todos los tiempos no lo van proclamando a los cuatro vientos, no nos cuentan la maravillosa tarea que han hecho criándonos, educándonos, teniéndonos. 

Cuando nació Chicote me preguntaba cómo era posible que hubiera madres infelices, madres que hablan de otra cosa que no sean sus perfectos bebés. Y mi Chicote, subjetivamente, muy perfecto no era, que el maldito no durmió dos horas seguidas hasta bien pasado el año... Pero tener un hijo te da tal chute de oxitocina que todo lo demás queda atrás. Tu hijo se convierte en el centro de tu vida, desplaza el resto igual que desplazó tus órganos mientras lo gestabas. Los órganos se van recolocando tras el parto, pero tu cuerpo no va a volver a ser el mismo. Con tu vida pasa igual. Seguramente no tengas la tripa tersa otra vez, al menos durante una buena temporada. Tus prioridades también van a cambiar. Imagino que en diez o quince años todo se relativiza, e incluso antes (espero) podrás disfrutar de pequeños placeres como ver una peli que no sea de dibujos animados o cenar con cubiertos que no sean de colorines. 

Pero también estoy segura de que mucho antes echaré de menos estos tiempos en los que mi bebé se echa a llorar si salgo de la habitación, en los que me pierdo cuando se habla de las elecciones catalanas (con lo que yo he sido!) y mis canas piden a gritos un buen tinte. 

Los niños crecen muy deprisa. Y tengo la impresión de que eso es lo que lamentaré dentro de unos años. Eso me dice mi institno

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