sábado, 19 de marzo de 2016

Los vómitos

De entre las pequeñas enfermedades que los niños pasan varias veces al año, quizá una de las más molestas sea la gastroenteritis. Más que la gastroenteritis en sí, los vómitos.

De esas boquitas preciosas y diminutas salen disparados vómitos de olor nauseabundo y peor pinta. A chorro. En todas direcciones. Como si no hubiera un mañana.

Si estás de suerte el niño (bebé en este caso) será un lactante y los vómitos se presentarán blanquecinos con olor a leche cortada no del todo desagradable. Si el niño es tragón y ya ha comenzado la AC prepárate para recoger vómitos a cucharadas. Literal. Parece mentira que tras la ingesta la comida se expanda tanto. De un cuenco de puré salen toneladas de vómitos. Comprobado.

Las lavadoras a medianoche o las fregonas que llegan a todos los rincones del hogar se convierten en tus aliadas. Porque, por mucho que tengas preparado el barreño, por muy absorbentes que sean las toallas con las que cubres la cama, el vómito llega a todos los rincones. TODOS. Y sigue oliendo al día siguiente.

Cuántos pijamas necesita tu retoño? Puede que te apañes con dos o tres por temporada hasta que los vómitos hacen acto de presencia. Porque otra de sus cualidades es que la noche es su hora favorita. Su aparición estelar tendrá lugar en mitad de tu sueño más profundo. Y no importa el tiempo que esperes, en el momento en que, convencida de que tu hijo ha echado hasta la última papilla, le cambies el pijama, el vómito volverá con mayor virulencia. En esta segunda tanda ya no será tan aparatoso pero ten por seguro que habrá una tercera, cuarta y  puede que quinta repetición que sólo servirán para que tengas que volver a cambiar a tu hijo de ropa.

Y si hay alguien riendo que piense que tengo al pequeño con gastroenteritis. Hoy he puesto tres lavadoras. Y no me hace maldita la gracia...

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