sábado, 11 de julio de 2015

La responsabilidad

Para conducir hay que sacarse un carné, en cambio, cualquiera puede tener hijos. Ojo, tener hijos, que es un proceso fisiológico que no te convierte necesariamente en padre o madre. Y cualquiera cualquiera quizá no, pero vamos, mucha gente.

Ser padre, así con todas las letras, es otra cosa. Yo creo que casi siempre va unida, ya desde que te haces la ecografía, o sientes las pataditas, o te ponen al recién nacido encima. O va saliendo sola, según pasan los días y te das cuenta de que ese mini ser que sólo come, caga, duerme y llora (y no necesariamente en ese orden de prioridades) depende tanto de ti que es casi una prolongación tuya. Sin el casi.

Es duro. Y hay bebés que lloran más, que duermen menos, alguno incluso que come poco. Y a ratos te desesperas, porque, mira por donde, vienen sin instrucciones. Y siempre hay alguien que te pregunta: pero, ¿por qué llora? Y una intenta respirar hondo y, con la mejor de las sonrisas, contestar: pues mira, no sé, llevo un rato preguntando pero el maldito niño no me lo quiere decir....

Hace unos años tuve una alumna que había tenido un niño a los quince años. Yo era bastante joven por entonces, y la miraba entra admirada y espantada. Era una chica muy guapa, muy dulce, y con una vida bastante dura. Un día me contó que por las tardes le daba mucha pereza tener que cuidar de su hijo mientras sus amigas salían por ahí. Me pareció algo tan natural y tan duro.... Si para un adulto que toma la decisión de ser padre, que lo medita, que pone toda la ilusión del mundo, a veces se hace cuesta arriba, ¿cómo será para una niña?

Pero, a pesar de eso, un bebé es algo tan especial, te hace sentir tan única que te mire, que te busque, que te necesite.... Que hay cosas incomprensibles. Esta es una de ellas.

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