domingo, 8 de noviembre de 2015

Las mujeres

Hará una década. Estaba en clase con mi tutoría, un grupo de cuarto de ESO lleno de chavales majos, que estudiaban poco y rozaban la mayoría de edad. Leímos un texto y lo estábamos comentando. El debate era la diferente educación (si es que la había) que se daba a los niños y a las niñas. Un tema muy manido, pensaba yo. Cuán equivocada estaba.

Fue una chica, delegada y líder natural de la clase, que tras unos años haciendo un poco el cafre había madurado y se esforzaba por sacarse el graduado en su último año de esolarización. Era trabajadora y de trato fácil, y muchas veces mediaba entre sus compañeros y los profesores. Por eso me sorprendió tanto su afirmación categórica, de mujer vivida que te cuenta una de esas verdades que sólo se aprenden en la escuela de la calle. Profe, es que no es lo mismo tener un hijo que una hija. Yo a mi hija no la dejaría volver tarde a casa ni salir sola. Y a mi hijo sí. Eso dijo. Y sus compañeros asentían.

La joven e impresionable profesora que era yo entonces abrió mucho la boca, porque se quedó sin palabras unos segundos. Y a ti, ¿te parecería bien que tus padres te dejasen salir menos tiempo que a tu hermano? Pude articular. Es que yo tengo novio, me contestó.

Vaya jubilación me espera si este es el planteamiento de quienes van a pagarme la pensión, debí pensar yo. Luego seguimos el debate, en el que tuve que meterme, por cierto. Menos mal que al final de la clase otras dos chicas, más discretas que su compañera pero con experiencias vitales similares, se acercaron a decirme que ellas opinaban como yo y que el sentir de la mayoría de la clase les parecía de lo más retrógrado.

En el parque esta mañana un grupo de madres de hijos varones hablábamos sobre machismo. Bueno, lo que nos dejaban los peques. Y todas coindían en que era una suerte haber tenido niños, porque les pueden pasar "menos cosas". Yo me he acordado de esa clase de cuarto de ESO. De la  manifestación de ayer en Madrid contra la violencia de género. De la madre del Padre de las Criaturas, que me preguntaba si su hijo me ayudaba en casa.

Por supuesto que estoy contenta de tener a mis dos pequeñines. Pero creo que también estaría contentísima si hubiera tenido niñas. No me cambiaría por ningún hombre. Nunca se me ha pasado por la cabeza que ser mujer sea una desventaja, a pesar de que no creo que haya igualdad en muchos ámbitos.

Es increíble toda la gente que me ha preguntado si me da miedo quedarme sola en casa cuando mi pareja se va de viaje. Pues no. Tampoco tenía miedo cuando vivía sola, ni cuando voy por la calle de noche. No me daba miedo hacerme casi 600 kilómetros en coche solita un par de fines de semana al mes. Ni otro montón de cosas que los hombres hacen habitualmente y ante lo que nadie se pregunta si pueden sentir temor.

Se me ocurren mil ejemplos (vale, quizá alguno menos) de micromachismo. De paternalismos hacia las mujeres. De comportamientos que tenemos asimilados como naturales, de roles que seguimos
perpetuando.

Cuando leo en el mundo.es  (lo sé, no aprendo) los comentarios a un interesante artículo que habla precisamente de eso, de los micromachismos, me doy cuenta de que no es un tema tan manido como pensaba yo hace una década.

¿Cómo será el mundo de mis hijos? Espero. No, deseo, que mi hijos no ayuden nunca a ninguna mujer a hacer las tareas de la casa. Y espero que no lo hagan porque esas tareas serán también las suyas. Espero que puedan tener más de quince días para cuidar de sus hijos, si deciden tenerlos. Y que puedan coger una excedencia para cuidarlos. Y, sobre todo, que nunca me digan que esa muñeca es para niñas, o que pueden quedarse más tiempo en la calle que sus amigas. Que nunca, nunca nunca piensen que ninguna mujer es menos que ellos por el hecho de ser mujer. Y que respeten a todas las personas que se crucen en sus vidas.


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